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Nosotros

Somos la Compañía de Jesús, una orden religiosa Católica Romana de sacerdotes y hermanos, fundada hace medio milenio por el soldado y luego místico Ignacio de Loyola. Pero la mayoría de la gente nos conoce como “Los Jesuitas.”

Con la visión de nuestro fundador, buscamos “Encontrar a Dios en todas las cosas.” Nos destinamos a nosotros mismos a la “Mayor gloria de Dios” y al bien de toda la humanidad. Y lo hacemos agradecidos en colaboración con los que comparten nuestros valores, incluyendo a personas laicas. Estas últimas se han convertido en parte de “nosotros,” la familia Jesuita extendida.

Con un poco más de 17.000 sacerdotes y hermanos en todo el mundo, somos la orden religiosa masculina más grande en la Iglesia Católica. Somos pastores, maestros y capellanes. También somos doctores, abogados y astrónomos, entre muchos otros roles en la Iglesia y en la sociedad. En nuestra variedad de ministerios, cuidamos de la persona en su totalidad: Cuerpo, mente y alma. Y especialmente en nuestro ministerio de educación, buscamos nutrir “hombres y mujeres para los demás.”

Los Jesuitas aprovechamos la rica tradición de espiritualidad y reflexión Ignaciana. En nuestros centros de retiros, parroquias, ministerios en el campus, y otros lugares, ofrecemos estos recursos a todos aquellos que deseen discernir la presencia de Dios en sus vidas. Al mismo tiempo, tenemos el objetivo de ser “contemplativos en acción,” gente que lleva esta espiritualidad por todo el mundo. Esto incluye nuestro trabajo a nombre de la justicia global, la paz y el diálogo.

Cuatro votos

Como miembros de una orden religiosa, los Jesuitas hacemos tres votos  de pobreza, de castidad y de obediencia  y el cuarto voto de obediencia, específicamente en lo que se refiere a la misión mundial. En otras palabras, los Jesuitas debemos estar dispuestos a aceptar cualquier misión que el Papa requiera, un voto que es reflejo de nuestra amplia dedicación a la Iglesia universal, y al bien común de las personas de todas las religiones y culturas.

Nuestra colaboración con los laicos fluye de nuestra relación personal con Cristo. Nos vemos a nosotros mismos como los compañeros de Jesús, e invitamos a los demás a unirse a nosotros, como amigos en el Señor. Juntos construimos el cuerpo de Cristo.

Con nuestros amigos y asociados, también tratamos de llegar a un mundo ampliamente diverso porque es ahí donde está Dios. Por experiencia y por reflexión, sabemos que es posible descubrir significado, valor y propósito divino “en todas las cosas.”