Lo espiritual a menudo se define como aquello que “no es material”, pero esta definición encuentra problemas cuando se aplica a los seres humanos, que tradicionalmente se consideran “cuerpo-espíritu”, corporales y espirituales. Sin embargo, en algunas filosofías y psicologías modernas, la dimensión espiritual de lo humano se niega o se ignora. Y muchos aspectos de nuestra cultura estadounidense contemporánea (por ejemplo, el sentido apresurado del tiempo y la necesidad de producir, producir) hacen difícil que se ponga atención a esta dimensión. Fundamentalmente, la dimensión espiritual de los seres humanos se puede reconocer en la orientación de nuestra mente y nuestro corazón hacia algo incluso más allá de lo que ya hemos alcanzado (la mente humana nunca satisfecha y el corazón humano nunca satisfecho). Nos sentimos atraídos inevitablemente hacia el “Absoluto” o la “Plenitud de Ser” [ver “Dios”]. Consecuentemente, hay profundidades de nuestro ser que apenas podemos empezar a comprender. Si cada ser humano tiene esta dimensión y hambre espiritual, entonces incluso en una cultura como la nuestra, todo el mundo tendrá, al menos a veces, cierta conciencia de esto, incluso si esa conciencia no es explicita y no se expresa con palabras. Sin embargo, cuando las personas hablan de “espiritualidad”, normalmente no se refieren a la espiritualidad que los seres humanos tienen por naturaleza, sino más bien a un conjunto de actitudes y prácticas (ejercicios espirituales*) diseñados para fomentar una mayor conciencia de esta dimensión espiritual, y (en el caso de aquéllos que afirman que creen en Dios) una búsqueda más explícita de su objeto: la Divinidad o Dios. La espiritualidad ignaciana* con sus Ejercicios Espirituales* es uno de esos caminos entre muchos en el Cristianismo, sin hablar de las espiritualidades en otras tradiciones religiosas, o aquéllas más o menos fuera de la tradición religiosa. (“La vida espiritual de las personas [hoy día] no ha muerto; simplemente tiene lugar fuera de la iglesia” (Congregación General 34 de la Compañía de Jesús, “Nuestra misión y cultura”)].)