Red Jesuita de educación en las prisiones

La educación jesuita

La educación consiste en continuar la obra de la creación de Dios. Ignacio de Loyola comprendió y abrazó el papel de ser un colaborador en la historia de la Creación. Su comentario: «La suave disposición de la providencia de Dios requiere la cooperación y colaboración de sus criaturas», que se encuentra en el Preámbulo de las Constituciones de la Compañía de Jesús, es ilustrativo de su creencia y compromiso de compañerismo en la obra de la Creación.

Sabemos que la educación ocupa una parte significativa de la cartera de obras de los jesuitas. Este ha sido el caso desde que la primera institución fue adoptada en 1548, en Messina, Italia. El objetivo en el empeño apostólico de la educación es formar y transformar. «Ayudar a las almas» es la frase que se atribuye a nuestros deberes y ministerios sagrados, incluidos los que tienen lugar en un aula.

JPEN es una respuesta a las Cuatro Preferencias Apostólicas Universales de la Compañía de Jesús (2019-2029):

  1. Mostrar el camino a Dios a través de los Ejercicios Espirituales;
  2. Caminar con los marginados;
  3. Marchar con los jóvenes en un futuro lleno de esperanza;
  4. Colaborar en el cuidado de nuestra casa común.

Entonces, el Rey dirá a los de su derecha: "Venid, benditos de mi Padre; tomad vuestra herencia, el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me hospedasteis; necesité ropa, y me vestisteis; estuve enfermo, y me curasteis; estuve en la cárcel, y vinisteis a visitarme."

Educación en las prisiones

Trabajar en las cárceles ha sido una prioridad y una preferencia desde los primeros tiempos de los jesuitas. De hecho, desde sus comienzos, muchos jesuitas han «cumplido condena» a ambos lados de los barrotes de la cárcel. Jerónimo Nadal, uno de los primeros jesuitas, defendió la presencia de los jesuitas en las cárceles. Dijo: «que aceptamos (esto) de Dios… el cuidado de aquellos de quienes nadie se ocupa aunque haya alguien que debería ocuparse de ellos.»

El propio Ignacio, que experimentó la humillación y deshumanización de estar encarcelado, se dio cuenta de que seguiría siendo acusado y encarcelado, por herejía, hasta que tuviera una educación y credenciales.

La confluencia presente y formal de la educación y las prisiones lleva décadas filtrándose en las escuelas jesuitas. La razón de ello puede rastrearse en el «modo de proceder» jesuita. Implica leer los signos de los tiempos, ir al encuentro de las personas allí donde se encuentran y actuar en consecuencia.

Nueve estudiantes del Instituto Correccional Estatal (SCI, por sus siglas en inglés) Dallas, en Pensilvania, se gradúan con el grado de Asociado en Artes en Estudios Liberales por la Universidad de Scranton.

Sin embargo, también hay indicadores alentadores: con sólo un poco de educación universitaria en una prisión, la reincidencia se reduce en un 43%. Otro indicador es un expediente universitario que puede resultar atractivo para los empleadores, ya que muestra determinación, aptitudes y fiabilidad. Salir de la cárcel con credenciales universitarias mejorará nuestra mano de obra.

La mayor señal o validación de impartir cursos universitarios en la prisión es la respuesta de los estudiantes encarcelados y de los estudiantes que conforman el personal de la prisión. «Me siento humano de nuevo,» es una frase repetida constantemente.

Enseñar en las prisiones es una experiencia de humanidad compartida; es una forma de continuar la obra de la Creación.

Escuche a los estudiantes

Lo invitamos a ver este video donde algunos de los estudiantes encarcelados cuentan lo que han logrado gracias a sus cursos: ¡es mucho más que una educación universitaria!

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